martes, 21 de octubre de 2014

...y aprender a vivir con viejas cicatrices.

Creo que nunca fui tan fria con la vida como aquellos días. 
Era mi propia catástrofe. Una lucha continua por mantener el equilibrio, quizá también por ganar algo de esencia (lo que realmente me costó volver a encontrar...)
Pero caí tantas veces y joder, no podía entender por qué así, por qué en ese momento y como podía doler tanto y tan de dentro...
Reconozco que perdí las ganas de todo, y que...me sentía yo. -sería dificil de explicar como soy y como es ese yo del que hablo, ese yo frío que encontraba cobijo con cualquier canción triste cualquier noche de insomnio...-
Ese yo me gustaba, encontraba más de mi en mis palabras que antes. Fue como volver a encontrarme con aquella tristeza que me reconfortaba.


Ahora, todavía queda algo de ese yo. 
Pero dolió tanto que, cuando realmente llegué a volver a encontrarme con la realidad que vivía tiempo atrás, me di cuenta, que por muchos obstáculos que se interpusieran en mi camino, yo, como cualquiera, tenía derecho a vivir. Y con ello, afrontar y sobrellevar cualquier tipo de situación que te plantea la vida en sí, con esas ganas y con esa fuerza que te da cada golpe. 
Eso es vivir, aprender a curarte las heridas para después sobrevivir con las viejas cicatrices. 

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